21 de febrero de 2016

Bursa, Hierápolis y Pamukale



Nos despertaron a las 5'30 de la madrugada para coger en Yenikpi el ferry que nos llevaría hasta Yalova, al otro lado del Mar de Mármara. Aproximadamente una hora de trayecto, y una vez allí seguimos con nuestro autobús hacia Bursa, una ciudad moderna, que fue la primera capital del Imperio Otomano. Tiene muchos parques y jardines por lo que se le conoce con el apelativo de "Bursa verde".

Primero fuimos a ver la Mezquita Ulu Camii. Había muchas mujeres entrando en ese momento.

















Vimos las tumbas verdes del sultán Mehmet I y sus hijos.








Bursa es muy conocida también por su mercado de seda y antigüedades. Hay uno al aire libre y otro cubierto.
El cubierto se organiza en soportales alrededor de un patio central.
Como es natural, me traje un montón de pañuelos.
















Comimos aquí en Bursa y a las 12'30 salimos hacia Pamukkale. Llegamos sobre las siete de la tarde al hotel, que estaba... estaba... estaba a tomar por saco, pero mereció la pena ya que era precioso. Cenamos, nos duchamos, vimos el espectáculo de la danza del vientre y a dormir.
Piscinas con tres temperaturas de agua, todas naturales.













Chissssssss... A dormir.

Ya es de día y nos vamos a las cascadas, que me hace mucha ilusión verlas. En la montaña de Pamukkale hay formaciones calcáreas, en terrazas escalonadas, que parecen de algodón. 
Muy bonitas, pero peor conservadas de lo que me imaginaba, y de hecho, ya se han tomado medidas para que el turismo no acabe con la gallina de los  huevos de oro de esta zona, que aunque también tiene otro atractivo, como es la ciudad romana de Hierápolis, las cascadas es lo que más atrae al turista.
Son aguas termales, que van cayendo a los montones de hoteles, que como el nuestro, llenan con ellas las piscinas para sus clientes.
Me quito las zapatillas, me meto... ¡Aaaayyyy! ¡Que resbala el suelo! Y como no quise pegarme culazos como los que veía a otros, no avancé más y me perdí la parte bonita, pero lo cambio por una foto de algún amigo. Prefiero mantener enteras las piernas, que las veía peligrar.
Pero primero fuimos a ver Hierápolis, unas ruinas de una ciudad que primero fue griega y luego romana. Tiene tres necrópolis y resultó interesante la visita, pero yo estaba ya hartita de ruinas. Pongo unas cuántas fotos.








Y ahora las cascadas.







Que no me meto. Mi Antonio tiene razón cuando dice que por mí no se habría descubierto América.


Se juntan partes de Hierápolis con las montañas de algodón.



Se supone que había que bajar a las cascadas por esta especie de riachuelo, que no lo es.


¿Bajo, o no bajo? Mejor me quedo en la piscina y en el parque.


Una piscina maravillosa, con columnas romanas dentro, y calentita.
También había un museo.


Por fuera del parque se siguen viendo ruinas.






Mientras Antonio se marchó a seguir viendo ruinas (quería ver el teatro y algo más), y me quedé leyendo en el parque, que se estaba muy bien.


Y aquí terminó nuestra visita a Pamukkale. Comimos y nos fuimos a Esmirna, pero no me voy sin poneros una foto de las cascadas, tal como se ven desde abajo.